Una Reflexión para el Día de Acción de Gracias.
El Día de Acción de Gracias es, en esencia, una invitación a levantar la mirada y reconocer la mano amorosa de Dios obrando en nuestra vida.
No es solo una tradición familiar, sino un recordatorio de que cada día, aun en lo pequeño, estamos rodeados de los detalles de Su fidelidad. En medio de nuestras ocupaciones, preocupaciones y anhelos, podemos pasar por alto que nada de lo que tenemos es por casualidad. La gratitud a Dios nos llama a pausar, a respirar hondo, y a ver con claridad que Dios camina con nosotros, sosteniéndonos cuando nos sentimos débiles y celebrando con nosotros cuando vemos frutos.
Agradecer es un acto de fe. Es decir: “Señor, reconozco Tu presencia incluso cuando el camino ha sido incierto”. Es aceptar que, aun cuando no entendimos cada temporada, Dios estuvo allí: guiando, enseñando, moldeando nuestro corazón.
Este día nos recuerda que la mesa que compartimos no solo se llena de alimentos, sino también de bendiciones que Dios ha derramado: la familia que nos abraza, los amigos que nos animan, la paz que supera lo que podemos comprender, las oportunidades que llegaron en el momento preciso. Cada detalle es una caricia de Dios.
La gratitud también nos transforma. Cuando agradecemos, nuestro espíritu se vuelve más sensible a la voz de Dios. Aprendemos a confiar más, a preocuparnos menos, a caminar con la convicción de que Él tiene cuidado de todo lo que nos rodea.
Hoy es un día para orar con sinceridad:
“Gracias, Señor, por lo que me diste, por lo que quitaste, por lo que usaste para formarme y por lo que aún estás preparando para mí. Amén. ”
Que cada palabra de agradecimiento sea como incienso que sube al cielo.
Que este Día de Acción de Gracias renueve nuestra fe, fortalezca nuestro espíritu y nos recuerde que cada amanecer es un regalo que viene del corazón de Dios.
Feliz Día de Acción de Gracias. Que Su paz y Su gracia te acompañen siempre. Happy Thanksgiving Day!.
